El desaliento es inasequible al luchador,
al poeta y al devoto.
Pero a veces todos los días son lunes.
El desaliento se nutre entonces de historias pobres y restos pútridos… Antes de nacer se apellidaba ganas.
Cuando debuta, el desaliento, se perpetúa en las paredes-vasija
y huye de toda muestra de amor.
¡Ay, Señor!, quién pudiera matarlo antes de nacer sin ser pecado,
cerrándole la boca a fuego y atándole bien las manos.
Un aborto al desaliento, pide el poeta,
o al menos…
Un aborto lento.
Àngels Orad
Anmarí D’aro
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