No comer más que por el placer de enseñar el plato.
Reflejarnos, con murria, en el cristal, sosteniendo el móvil en las manos.
No saber de dónde vienen las lágrimas, si del cerebro o del motor.
Deprimirnos al pensar en el futuro,
escribir canciones,
aprender de la tristeza y
usarla de defensa.
Hundirnos, tocar fondo y despertar.
No hay nada más bello que quien no sabe por qué llora.
Lloro.
Bendita agua que me limpia.
Dejé el móvil olvidado en algún sitio.
Sonrío.
Àngels Orad
Deja una respuesta