Cincuenta y dos julios
alberga tu rostro.
Cincuenta y dos
de boca pequeña,
ojos pardos,
y negra testuz.
Ni el verano que caldea,
ni el mar que hiela,
ni la espesura que el bosque esparce,
pasarán indemnes por ti.
Certeza tengo
de que más candente, transparente
e indomable serás tú.
No temas, al comparar antiguas imágenes, verte envejecer,
ni que mi sentimiento se vista de olvido.
Yo, dulce amor, a nadie te he de parangonar.
Eternamente vivirás en cada verso
que te escribo.
Cincuenta y dos (Homenaje a William Shakespeare)

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