Campanas, gentío y flores.
Silencio.
Excelsa luz de mi vida
que rondas los veintitrés,
¡mírame, mírame, ya tengo dieciséis!
El sol, que atraviesa un antiguo rosetón, vuelve oro tu cabello
y mi vida negra.
¡Mírame, mírame, ya tengo dieciséis!
¡Ay dulce nombre
si te hubiera contado
que siempre te amé;
¿pero cómo?, tan solo veías un niño y yo…tan solo miel.
Hoy a tu espalda lloro
y sin querer grito:
¡Amabel, Amabel,
mírame, ya tengo dieciséis!
Deja una respuesta