Si despiertas un día cualquiera,
de una semana cualquiera,
de un mes cualquiera,
de un año cualquiera,
y ves que mis ojos no amanecen, ¡templa!
Acomoda, como seda a piel,
tu oído en mi pecho y
escucha el tremendo silencio que dejo;
ese día cualquiera,
ahoga en los manglares de tus entrañas la pena con mis versos, esos que te leía,
que ahora son tuyos,
y eternamente nuestros.
Àngels Orad.
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