Delante de mí, tu sonrisa,
que hermosa y libre, viajaba entre tapices.
El día afuera estaba gris, húmedo, y precioso.
Y me vestí con tus brazos,
que fueron versos,
en una confortable habitación.
Prendiste en mi muñeca
una ajorca naranja y plata.
Cada vez que la veo en su cajita,
recuerdo que no estás.
Mis sienes y mi mayor tesoro
son plateados.
Àngels Orad.
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