Y a golpe de fusil levantaron cercas,
y alimentando recelos entre hermanos,
dejaban los lechos sin dueño,
las casas sin puertas
y la fe olvidada.
Atrás quedó la paz,
el odio enfrente;
y en los muros, levantados con sangre,
se instauró la vergüenza eterna,
donde no pasa el tiempo
y siguen los daños,
porque los cuerpos de los nuestros,
aún esperan honra y descanso.
Anmarí D’aro.
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