Admiro la ilusión del iluso,
la sabiduría del saber
y a la superwoman que llora.
Admiro a los maestros que tuve,
a los pocos amigos que siempre están,
y a aquellos a los que amé y no han de volver.
Admiro tu constancia y mi paciencia,
la inocencia de los niños
y la menoscabada verdad.
Admiro el Valenciano, el Español, el Inglés y el Italiano.
Admiro la que fui,
la que no se dejó amilanar,
y admiro a mis hijos que son fuentes de dicha.
Y entre todo lo que admiro,
te admiro a ti, porque lo que admiro amor, me da la vida.
Anmarí D’aro.
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