Si no me acordase de ti,
y en el ayer tu recuerdo anclase,
te llamaría pasado u olvido.
¡Pero te amo sin remedio entre todos los hombres!
Esperas que grite tu nombre
pero mi voz se quiebra
como agua de fuente en invierno.
Contigo tengo todo y nada.
Todo, porque me lo guardo y nadie juzga.
Y nada, porque callo para que no me juzguen.
Pero algún día: ¡me tendrás que escuchar!
Me vaciaré, como un vaso de leche a media tarde,
y aunque no albergue ganancias,
¡me tendrás que escuchar!
Porque me acuerdo de ti,
no puedo llamarte olvido;
si lo hiciera, sería morir,
por eso un día: ¡me tendrás que escuchar!
Y esperaré, después de habértelo contado todo,
a que beses mis labios para que no sangren más.
Àngels Orad
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