Si enmudezco camino a la cima,
y aún cuando escucho tu llamado,
persisto queda,
¡silénciate!,
mira los pinos negros,
los piñoneros, las sabinas y
los robles,
no hay árboles más puros,
mira el romero, el tomillo, la lavanda que perfuman nuestro encuentro,
y a esos buitres que ya deben intuir porque no hablo.
¡Ven, enmudece conmigo!,
que tu voz se separe de ti
y de quienquiera que venga detrás.
¿No ves que en tus montes
nacen poemas?,
los he escrito al amor,
a la distancia, a la rabia,
a Dios,
pero a nadie le he escrito como a ti.
A nadie le voy a escribir como a ti.
Debí haberte conocido antes,
y debí haberte escrito solo a ti,
porque nadie mereció antes que lo hiciera,
porque en ti no hallo queja.
Orad
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