Caminé,
caminé tan rápido como pude,
me alejé de tus besos,
de tus abrazos,
de tu sonrisa,
de tu piel.
De nada sirvió.
Cuando llegué allí estabas, en cada párrafo de tus libros,
en los versos de mis poesías,
en los informativos.
Soñé,
soñé con la calma que da tu reflejo,
con la paz implícita en besos,
con la ausencia maldita de nuevo.
Y desperté,
desperté a la vida en tus brazos,
al aroma de cuento iniciado
donde escribir, si Dios quiere,
una bella historia a dos manos.
Orad. Derechos reservados.
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