Cuando seres ineducados son capaces de horripilar hablando,
el poeta duerme en su propio mundo;
y no se equivoca cuando
sus pabellones clausura,
pues todo aquello que le cuentan,
en vísperas lo tiene sabido.
¡Que esa miel y ese vino
destinados a su boca,
no albergue catalarlo
ninguna grofa!,
que no le mencionen que el sol calienta,
que el mar es azul,
ni que verdes son los prados,
porque eso que cuentan,
sabe Dios,
que lo vio el poeta.
Horripilar.

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