El crepitar del fuego
me trae recuerdos;
hazañas torpes
en noches de invierno.
Frío,
gorro, guantes.
Frío,
rimel, desodorante.
¡Qué importaba el sueño,
no éramos infantes!
La lluvia en los cristales
escuchaba mis secretos,
y tus manos nerviosas,
a la par que traviesas
enredaban mi pelo,
y los besos que nos dábamos,
¡ay, qué recuerdos!
sabían a cerveza.
¡Qué importaba el sueño,
no éramos infantes!
Anmarí D’aro.
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