Era libre en este mundo arcaico,
y se hizo de noche en plena tarde.
Crujieron mis huesos
tras su abrazo abominable
que yo no quise
y él se empeñó.
Pugné por gritar,
pero esa rata, ahogó mi voz
y otra vez presa del miedo
mi vida se extinguió.
Satán descalzo
corta tus manos,
mereces solo
eterna condena.
Anmarí D’aro.
Deja una respuesta