Si al hablarte intuyo que no atiendes,
daré culpa a las nubes,
algodones en gris y negro
que sustraen ilusiones.
Si al observarte advierto
que rehuyes mi mirada,
culparé a la luna,
que oscurece cuando mengua
y me arrastra en mil vaivenes.
Si esto, cada día pasa,
y dejas que vuele sola
porque crees que mece
una brisa cegadora,
a pocos, dejaré de pensar
que soy culpable del silencio
y tomando un atajo
al otro lado del sendero,
me iré.
Pero si al hablar
veo que me escuchas,
que no escondes la mirada
y me estrechas aún sin brazos,
¡ay vida!, ¡ay aire!,
gustaré de encontrarte
renovado,
porque aquellas alegrías
que un día nos dejaron,
volverán y serán tuyas,
serán muchas,
serán nuestras.
Orad
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