Colose la desdicha en mi alma,
y tal tormento me arranca la vida,
que la fe de mis padres que nunca se olvida,
pugna ahogada en mi pecho por sobrevivir.
Impelo plañendo un quejido,
un lamento acongojado
por aquello que me agota,
y es que anhelo desde lejos
los besos que hoy me faltan.
Esta vida, antaño miel, agora hiel sus labios me deja pidiendo,
porque ajenos a mi voluntad,
su partida deja los míos desiertos.
¿No entregué ambrosía
a mi amada esposa?
¿No consagré mi fe a Dios?
Por qué me lastras, Señor
a la pena de este invierno.
¡No veis que mi vida tornose queja
por tener que vivir sin su amor!.
Sosegadme ¡oh Dios!
os lo pido,
vuelva a mi la calma,
torne la quietud.
La ausencia, penar de mis días,
del amor de mi juventud,
me desgarra el alma por dentro,
porque aún la quiero,
porque aún la espero,
porque me muero.
Anmarí D’aro.
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