Con el tiempo, si cejas,
el desamparo habita al secreto de un adiós,
nadie observa mansedumbre en las manos,
se quiebra el juramento
que un día nos hizo volar,
y en esas horas,
nada nos salva de la muerte.
Atraemos pesares,
nos ahoga la nostalgia en el alma,
nos volvemos una puerta casi cerrada,
atrás quedan espuma,
arena y caracolas.
Con el tiempo,
nos atusamos distinto,
llegamos a bajarnos la luna,
sin prometer futuros,
sin olvidar pasados.
Anmarí D’aro.
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