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Cena para tres.

Volteé cien veces la cabeza
para ver si venías tras de mí.
No fue así.
Anduve lenta
y me pare otras tantas,
tan solo vi cabras.

Caminé sola y pensé,
sola,
como van a menudo los tristes poetas.
Vi que la pinocha,
al roce mis botas, resbalaba
y que las rocas, curiosas
parecían preguntar por tu persona,
-¿Dónde está el bello montaraz que siempre te acompaña?,
Ese que ríe cuando bailas,
y que te añora si no estás.

En casa, escribiendo,
el día fue largo
y no sabrá qué hora es,
la tarde fue difícil,
el cielo se tiñó de gris.

A mi vuelta, un abrazo,
un amor que compartir,
su sonrisa que ilumina
y una cena para tres.

Anmarí D’aro. Derechos reservados 🔏.

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