Me esperaste en aquella pulpería
como sé qué hiciste cada tarde
desde que me fui.
Éramos aves cansadas,
pulsos agónicos que latían con ritmo desgastado.
Mi esperanza se volatilizó
mientras me anclaba en el pasado.
Y pensando en tu futuro, oré.
Qué difícil andar presto si el corazón no obedece.
Anmarí D’aro.
Deja una respuesta