Atrás dejo el Pisuerga,
entrañables días de calor, paseos y escuela,
arquitectura selecta que me encandiló en cada plaza,
cada iglesia y su mercado.
Ciudad que duermes al alba,
Valladolid querida,
fue un gusto conocerte,
entablar camaradería
tras tus pinchos, tu lechazo,
y la alegría de tus vinos.
Me llevo en el corazón
bonitos recuerdos,
besos, caricias
en cada soportal,
en cada esquina,
de quien comparte mi vida,
tu sonrisa de sorpresa, Carmen,
y el cariño encontrado
en los apasionados de las letras.
Vuelvo a casa feliz,
allí, esos seres que nos quieren,
esperan,
prometemos volver,
hasta la próxima, Valladolid.
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