Esa mujer
que refleja el oxidado espejo,
arrastra en sus entrañas
tristezas del ayer.
Esa mujer,
de ánimo flexible
y lápiz consentido,
silba fuerte,
sonríe al vivir con acierto
una pasión que dormía en el tiempo,
ella, primó antes la aventura de cuidar a sus enanos.
Enanos que le dieron la vida,
enanos que le dieron mil abrazos cada día.
Ahora, que, un equino
cambió su vida,
reza en las noches,
y, aún, alejada por siempre de su añorado laborar,
emplea el tiempo
en leer, escribir y gozar.
Ese reflejo
de la mujer que veis,
ese reflejo…es mío.
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