Descansemos, bello,
cierra conmigo a la par
los ojos al clarooscuro atardecer,
deja que nos renueve el sueño.
Atrás quedaron sabinas,
pinos, carrascas y encinas
de un verde excepcional,
que, recién incorporados al día,
fuimos emocionados a visitar.
Recuerdo olivos perfectos,
cabras osadas, que, al vernos escapan,
mantis pequeñas saltando descalzas
y escuchar atentos,
más arriba, en la cima,
con gozo, la paz,
el silencio fue total, y pensé …
¿a quién le puede gustar la ciudad?
Silencio,
silencio roto tan solo por besos,
por caricias sentidas.
Nos miramos,
no hizo falta hablar,
y contemplamos felices
a seis buitres volar.
Ahora descansemos.
Anmarí D’aro.
Derechos reservados.
¡Relajante!
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