Me despierta el agua en el cristal de la ventana, a mi lado, David, lo observo, duerme.
Sigilosa me giro y sentada ahora en la cama lo miro de nuevo; me encanta verlo dormir, tan bello, tan tranquilo.
Me calzo las babuchas y voy hasta la ventana, sonrío, llueve, es lluvia fina, incesante, necesaria. Abro un poco la ventana, ventajas de vivir en el campo y el fastástico petricor me llena los pulmones de vida.
Respiro profundamente varias veces más.
Regreso a la cama, no puedo controlarlo y me lanzo encima de David, lleno todo su cuerpo de cosquillas y besos, se despierta al momento; entre risas y carcajadas grita :
-Para, para «cabrona»-hoy no trabajo.
-¿Quién te ha dicho que no vas a trabajar?. Es más, ¿Quién te ha dicho que tengas que hacerlo en la oficina? .
Ja, ja, ja. Reímos a la par.
Salgo corriendo a cerrar la ventana, momento que aprovecha, para lanzarme una de las almohadas de nuestra cama a la cabeza mientras se muerde el labio inferior y me guiña un ojo; bloqueo la almohada al girarme y se la devuelvo entre risas y mofas, no deja de mirar como deambulo por la habitación, está sensible y lo sé.
Lenta y convencida de que no me va a rechazar, me despojo de la camisola y sin más atavíos que una traviesa sonrisa y una evidencia clara de frío en ciertos lugares de mi anatomía, pongo carita de pena y lo miro.
-Ven- me reclama a su lado a la vez que tiende sus brazos hacia mí.
Sonrío.
Sonríe.
Ya lo creo que vamos a «trabajar», pero los dos y ahora.
Anmarí D’aro.
Derechos reservados.
Hacerlo trabajar en los días libres, eso va contra el convenio. Informaré al sindicato… jajajaja.
Muy bueno, un saludo
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Ja, ja, ja. Gracias.
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