En una triste lonchería,
tras un mugriento delantal,
una hosca mujer destila desdén,
la vida es dura, piensa,
la vida es cruel.
Aquellos clientes a los que sirve
ocupan un lugar que ella cree merecer.
Antaño vivió de su posición,
mimada de sus padres,
más tarde de un señor
rehusó cultivarse
y ahora llora su error.
Una mala gestión y todo patas arriba,
padres de alquiler,
matrimonio a la deriva.
Adiós a su regalada vida.
No ve que respira,
que tiene dos manos
y que es querida.
Sigue en un pozo metida
del que no quiere salir,
le queda tan sólo,
callar y servir.
Se supera usted reto tras reto. Ha sabido sacar el brillo a una palabra a la que es difícil sacárselo. Enhorabuena.
23, Orad.
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Gracias por sus palabras, Sr. Lizandra. 23 y más.
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