¿Recuerdas al caballo zaino,
oscuro como los puros habanos,
a quien tanto cuidé?
Al requiebro de Oloroso
respondía,
el nombre, se lo puso un niño,
porqué después de un buen paseo,
se percató de lo que hacía y
a perfume, ya te digo, no olía.
Cabalgué en su lomo
innumerables tardes de estío,
visitamos pueblos,
merendamos uvas,
atravesamos ríos;
¡Ay pobre!
Ahora yace a mi lado,
me mira y entiende,
que mañana,
no volveré a peinar sus crines.
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