Una pirólisis a seiscientos
revienta el horno y asusta,
en cambio, yo,
sucumbo al silencio
cuando la respuesta es adusta.
Reviso y aseguro
que jamás pregunté por vicio
ni me quejé por deporte;
cierto és,
que no atiendo a razones
cuando las circunstancias mandan,
y no los corazones.
que jamás pregunté por vicio
ni me quejé por deporte;
cierto és,
que no atiendo a razones
cuando las circunstancias mandan,
y no los corazones.
Nada que se vista de insolencia
me agrada.
Nada que desaire,
me seduce.
Por eso en las horas
que reine el silencio
obraré cual penitente,
me aferraré a lo que siento,
calmaré las aguas
y alejaré el desconcierto,
porque, si bien es cierto
que cuando el dragón habla torpe
lastima y hiere,
no es menos verdad
que el amor con amor se paga
y esa será la única razón
por la que mi corazón se mueva.
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