Vas conduciendo
y te quiero contar, Lizandra,
que al vernos partir
en una danza perfecta
vuelan a nuestro alrededor,
milanos cacereños.
Bajo un cielo sediento,
el mágico sol de julio,
nos acompaña,
oigo el compás monocorde
del batir de sus alas
y hacen que me vuelva a mirarlos
al dejar el Tajo atrás.
Posados ahora en su orilla
pían alegres;
me despido de ellos y
prometo contigo regresar,
saben que atrás
dejamos personas entrañables,
momentos para recordar,
yo, por mi parte,
diré que de Cáceres me llevo dos tesoros,
de tus amigos,
ahora también míos,
su sincera amistad
y el más preciado para nosotros,
tu anhelada LIBERTAD.
Deja una respuesta