Como en la asana del árbol
estira sin miedo tus brazos, firmes, altos,
respira, medita, reza, que todo pasa por algo.
Aunque la vida en ocasiones, sea puta y dura,
¡calma!, ¡templa!, sé tu propio halago.
Sé el guerrero que empuña un cayado,
el cuál muchos quisieran a su lado.
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